Me arrodillo. El peso de mi armadura impide que mi cuerpo se mueva con gracia (está diseñada para acompañar al guerrero en la batalla, no para realizar imploraciones). Mis ojos han fatigado galerías nauseabundas y han contemplado horrores inenarrables. La luna exhibe un fulgor que penetra con timidez el frío aire de la catedral. Manichaeus soñó un mundo de lucha eterna: la luz (el espíritu del hombre) contra la oscuridad (su cuerpo). Yo me precipito hacia la carne. Debo sumergirme en un abismo indescifrable de vísceras y sangre. Sé que el enemigo es un río rojo de espadas que no dejará de fluir. Somos rocas en una represa de huesos que contiene a las huestes negras del Infierno. Me levanto y desenfundo mi espada; la armadura que rodea mi cuerpo me permite sentir el dolor encarnado de cada uña en pie destrozado, la magulladura en mi brazo derecho, la punta de flecha en mi muslo, el enclaustramiento de mis pulmones en el sarcófago de mi tórax. Esta dama de hierro me protege y contiene mi abdómen, que es un frág
LEER +La semana pasada, en los headquarters de Blizzard, tuve la oportunidad de probar un poco del beta de Diablo III, la cual consta de la mitad del primer acto del juego final. Comienza con tu llegada a New Tristam y termina en una difícil (o por lo menos a mi así me pareció) batalla con el Skeleton King Leoric en las entrañas de una vieja catedral, entra para leer más acerca de este esperadísimo juego y su beta.
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